Hoy el aire se
podía tocar. Dicen que estos días van a subir las temperaturas.
Esta noche estoy
cansada. Hoy hemos inaugurado los dos grupos de español. Di dos horas seguidas
de clase y sigue siendo lo mejor del día, ahora por partida doble. Me río
mucho, con ellos y con ellas; también con los niños, que contestan con ojos
bien abiertos a mis preguntas. Hoy Bachir durante su llamada me ha preguntado
cómo queremos llamar al proyecto... Ahí me ha pillado. También habrá que darle
un par de vueltas a esto.
Leí, terminé de
mirar las hojas de gestión de proyectos; imaginé y reflexioné mucho (y eso
agota a cualquiera). Anoche nos quedamos hasta bien tarde repasando palabras en
español; de hecho, cuando apagamos la luz, ya empezaba a clarear. Y me han
vuelto a despertar las moscas (hay que dormir tapada, para que no agobien; pero
hay que resistir el calor). En casa me empiezo a convertir en algo así como la
prima mayor, con los niños a mi alrededor que, sin entendernos, nos hemos
dejado de extrañar. Compartimos cojines, dibujos animados, platos y cosquillas.
La ceremonia del té acompaña nuestras conversaciones (las más de las veces, las
suyas). Es un rito que invita a la charla, con tiempo; se bebe mucho menos de
lo que se tiene que esperar para que esté preparado. Pero la tetera con el
carbón, la menta, el azúcar y los vasos siempre están presentes.
Esta noche estoy
cansada; será que estoy tan espesa como el aire de la noche.
“Sigo
derecho mi camino, a tenor de mis caprichos, transformándome sin cesar, y no
quiero ser mañana semejante a como soy hoy”.
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