sábado, 11 de agosto de 2012

De la espesura


Hoy el aire se podía tocar. Dicen que estos días van a subir las temperaturas.

Esta noche estoy cansada. Hoy hemos inaugurado los dos grupos de español. Di dos horas seguidas de clase y sigue siendo lo mejor del día, ahora por partida doble. Me río mucho, con ellos y con ellas; también con los niños, que contestan con ojos bien abiertos a mis preguntas. Hoy Bachir durante su llamada me ha preguntado cómo queremos llamar al proyecto... Ahí me ha pillado. También habrá que darle un par de vueltas a esto.

Leí, terminé de mirar las hojas de gestión de proyectos; imaginé y reflexioné mucho (y eso agota a cualquiera). Anoche nos quedamos hasta bien tarde repasando palabras en español; de hecho, cuando apagamos la luz, ya empezaba a clarear. Y me han vuelto a despertar las moscas (hay que dormir tapada, para que no agobien; pero hay que resistir el calor). En casa me empiezo a convertir en algo así como la prima mayor, con los niños a mi alrededor que, sin entendernos, nos hemos dejado de extrañar. Compartimos cojines, dibujos animados, platos y cosquillas. La ceremonia del té acompaña nuestras conversaciones (las más de las veces, las suyas). Es un rito que invita a la charla, con tiempo; se bebe mucho menos de lo que se tiene que esperar para que esté preparado. Pero la tetera con el carbón, la menta, el azúcar y los vasos siempre están presentes.

Esta noche estoy cansada; será que estoy tan espesa como el aire de la noche.

“Sigo derecho mi camino, a tenor de mis caprichos, transformándome sin cesar, y no quiero ser mañana semejante a como soy hoy”.

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